-Eso duele.
¿En serio?- pregunté. No, jaja- respondió. Me lo imaginaba- solté y quedé muda. En mis adentros: Lo imaginaba… mas quedé muda. Lo imaginaba, puesto que el “dolor” no se “dice”, se “siente”… mas algo me abatía por dentro. Se siente cual yedra mortífera, cual martillos en un imprevisto, desgarradoramente postrados. Lo había vaticinado y en realidad no lo esperaba. Se siente los golpes y se aflige en llanto. ¿Indiferencia? Jamás quise tu indiferencia. Tanto llanto, que entre nudos en la garganta, palabras no saldrían. Las huellas yacen en lo profundo, ahí las guardo, abandonadas en las espesas penumbras del alma. Ninguna palabra! En mi boca no hay palabra que pueda decir un sufrimiento. Son golpes vividos, mas yo no sé! ¿Qué sabéis de dolor? – me dije. Se me quiebra el alma y lo siento, en la agonía cual perseverante espero... Un día las heridas dejaran de sangrar, el dolor menguará!, un vasto golpe y éstas se abrirán.
Voy adivinando y trastabillando caminos, te distinguiste ante mis ojos entre el gentío (al cual por cierto, siempre ignoro) y ya quedaste en mi consciencia. Errabundo avanzarás, entre la neblina desaparecerás. En dolor al final te convertirás.
¿Entonces?… qué bueno que callé!
Hoy he vuelto a pensar en ti, te odio y te me vienes a la mente, te extraño en mi día gris y deprimente.
Te odio pues con tu recuerdo me he quedado y yo en la basura miserable de tu olvido, me haces daño.
En mi recuerdo, tu amistad entre líneas, Oh! cuántas acogedoras charlas día a día.
Efímero... ¿no es siempre así?
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