Cuando odio, ¡ay dios mío! … Es el fuego vigoroso infinito, sin abriles, sólo cumbres, sólo abismos. Es la fuerza contenida del canijo. Me retuerzo en sinsabores del recuerdo, ¡desencantos!... Intranquila, descontenta, con el ala rota, mas los ojos fijos. Cuando odio… ¡ay dios mío!
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